Porque una sociedad con cuerpos femeninos productores de líbido materna, es incompatible con todo el proceso cotidiano de represión que implica la educación de niños y niñas en esta sociedad. La socialización patriarcal exige que la criatura se críe en un estado de necesidad y de miedo; que haya conocido el hambre, el dolor, y sobre todo el miedo a la muerte, durante el parto por asfixiay luego por abandono, miedo este último que psicosomáticamentesiente cualquier cachorro de mamífero cuando se rompe la simbiosis. Por eso la sociedad patriarcal se ha ocupado a lo largo de estos milenios de romper la simbiosis madre-criatura (MichelOdent) (6), para que nada más nacer la criatura se encuentre en medio de un desierto afectivo, de la asepsia libidinal, y de las carencias físicas que acompañan a la ruptura de la simbiosis, para las que su cuerpo no estaba preparado. Desde este estado, que es el opuesto al de la simbiosis, se organiza su supervivencia a cambiode su sumisión a las normativas previstas por la sociedad adulta,a cambio de ser ‘un niñ@ buen@’, es decir, que no llora aunque esté sól@ en la cuna, que come lo que manda la autoridad competente y no lo que la sabiduría de su organismo requiere; que duerme cuando conviene a nuestra autoridad y no cuando viene el sueño; que se traga en fin los propios deseos para, ante todo, obtener una aceptación de la propia existencia que ha sido cuestionada con la destrucción de la simbiosis; complaciendo a l@s adult@s y a nuestras descabelladas conductas, sometiéndose inocentemente a nuestro Poder fáctico, se acorazan, automatizan y asumen las conductas convenientes a esta sociedad de realización del Poder -llámese dinero etc.- Así comienza la pérdida de la sabiduría filogenética de 3600 millones de años y el acorazamiento psicosomático.